Proponemos la subida al Cerro Platero desde el cruce situado entre los puntos kilométricos 570 y 569 de la Carretera de Almogía con la pista asfaltada que desde ahí conduce hasta la Torre de Verdiales pasando primero por las inmediaciones del Cerro Negrete.

Desde este punto de inicio de la ruta ascenderemos a la cumbre por la cara oriental del monte, progresando siempre con unas referencias visuales claras que nos permitirán saber en todo momento hacia donde nos dirigimos.

Hay que tener en cuenta que esta ascensión está catalogada como naranja debido a las fuertes pendientes que presenta el monte. Aunque no hay precipicios o cortados, si que hay que ser muy cuidadoso con resbalones y tropezones.

La subida hasta la cumbre salva un desnivel de unos 180 metros en una distancia de aproximadamente 1 kilómetro.

Aunque si se conoce la ruta y se tiene experiencia en montañismo, la subida se puede hacer en una media hora, hay que preveer que podamos tardar más tiempo. Por supuesto si deseamos ir tranquilos y disfrutar del monte, bien podemos destinar una ventana de tiempo de al menos unas tres horas para subir y bajar.

 

En la siguiente imagen vemos la apariencia del monte desde nuestro punto de salida. Vemos marcado en la fotografía un gran algarrobo con el tronco claramente bifurcado en forma de V, y a su derecha una pequeña meseta o altiplanicie a la que trataremos de acceder para acometer desde ahí la subida del tramo final.

Esta pequeña zona amesetada se encuentra a unos 80 metros de la cumbre.

En la fotografía se distinguen perfectamente varios tramos de la ancha vereda que debemos tomar para llegar a la meseta, tanto en la parte inicial como ya en el acceso a la altiplanicie.


Según miramos hacia el monte veremos a la izquierda un pequeño arroyo que mediante un puente cruza la Carretera de Almogía en dirección al Platero: es el Arroyo de Casasola que bordea el monte hacia el sur hasta desembocar al Arroyo de Piedra Horadada, situado entre el Platero y el cercano Cerro de la Lanza, el cual a su vez desemboca en el Río Campanillas.

Lo primero que haremos es cruzar la carretera y tras dirigirnos unos metros hacia Málaga, bajar al lecho del arroyo. Si caminamos por el cauce del arroyo unas decenas de metros hacia el norte podemos encontrar un antiguo pozo.

Veremos que desde el cauce del arroyo parten varias veredas hacia arriba, una más a la izquierda y una más en el centro. Nosotros tomaremos la más céntrica, que como se puede ver a simple vista dependiendo de la época del año y la vegetación que haya en el momento, nos conducirá en diagonal directamente hacia la meseta.

Nuestro camino es a partir de este momento y una vez en la ladera del cerro, seguir la vereda en dirección aproximadamente noroeste hacia la meseta, que en todo momento veremos fácilmente a la derecha del gran algarrobo en forma de V.

En el cauce del arroyo podemos ver bien como abundan las areniscas rojas y los conglomerados de tonos también rojizos. También encontramos filitas y grawacas.

En general toda la zona presenta tonos rojizos, incluyendo la cumbre, en la que disfrutaremos de un gran afloramiento de areniscas rojas.


 

 

 







Podemos distinguir concierta facilidad los tipos de árboles presentes en el paisaje teniendo en cuenta los distintos tonos de verdes de sus frondes.

Podemos saber por ejemplo, que la mayoría de los árboles de esta zona son grandes algarrobos y olivos, con hojas de un verde más amarillento y brillante los primeros, y de un tono más grisáceo y oscuros las de los segundos.

En el caso de los matorrales también podemos guiarnos por los tonos de sus hojas y tallos, como por ejemplo en el caso de las abundantes retamas, de verde azulado y grisáceo. También frecuentes son bolinas, palmitos, esparragueras, lavandas y en general un matorral que nos indica una acusada degradación del suelo y del ecosistema por procesos erosivos continuados durante siglos.



Sobre todo durante después de la primavera y durante el verano podemos encontrar una gran profusión de cardos de distintas especies que harán difícil y dura la ascensión, siendo importante ir con pantalón largo si vamos en esta época. En cualquier caso este tema no reviste gravedad, aunque puede convertir la excursión en un engorro molesto, ya que es posible incluso que debamos realizar la mayor parte del camino pasando entre dichas herbáceas de la familia Compuesta.

En cuanto vamos ganando altura empezamos a percibir lo que la ascensión nos va a regalar, unas vistas de gran calidad de una buena e importante parte de nuestro municipio.

La subida hay que tomársela con calma, sobre todo si no tenemos experiencia.


En la siguiente imagen vemos el punto de inicio de la ruta desde las primeras rampas de subida: el cruce de la pista asfaltada (que conduce a la Torre de Verdiales) con la Carretera de Almogía, y junto a dicho cruce, el Arroyo de Casasola que atraviesa la carretera mediante un pequeño puente. Olivos y algarrobos son las especies arbóreas más abundantes con mucha diferencia.

En el cauce del arroyo, abundantes adelfas en flor, y en la parte inferior izquierda de la imagen podemos ver el pozo mencionado anteriormente.


Vale la pena subir tranquilos, a ritmo aeróbico, disfrutando de la belleza del entorno. Aunque en los meses de verano y los primeros del otoño el paisaje puede parecer seco, la naturaleza, el cielo, las montañas y el territorio ofrecen siempre una gran belleza. En cualquier caso, durante gran parte del año el terreno aparece verde y con gran abundancia de herbáceas y una buena diversidad de flora.

Algunos de los algarrobos de la zona son realmente sobervios, con troncos que presentan a veces varios metros de perímetro, y en los que resultará agradable hacer algunas paradas para beber, respirar y sentir la naturaleza.

Los algarrobos se han utilizado durante épocas históricas como especie complementaria en cultivos de secano, tales como en almendrales, olivares, viñedos, etc, como es el caso de la zona de Los Montes de Málaga, en el que aportaban entre otras cosas, las propias algarrobas, que servían para forraje del ganado y también para alimentación humana: un algarrobo adulto puede dar hasta 200 kilos de algarrobas, teniendo máximos de producción cada dos años. Las algarrobas están a punto apartir de mediados del verano.

Los algarrobos pueden medir hasta unos 10 metros, aunque normalmente suelen tener unos 5 ó 6. Estos que vemos en la subida son sin duda centenarios, ya que son de crecimiento bastante lento.

Poco a poco iremos ganando altura y la imagen del algarrobo en forma de V
irá progresivamente marcándose en el collado.

Nuestra vereda se dirige decidicamente hacia la base de la pequeña meseta, la cual se acomente en uno de los tramos de mayor pendiente de la subida.


En este punto la clave, extensible a toda la ruta, consiste en ascender pausadamente y con seguridad a cada paso.

La pendiente es alta pero solo resulta peligrosa si damos pasos sin el necesario cuidado, ya que en realidad no presenta cortados ni lugares de gran caida. Se trata de buscar siempre el pequeño montículo, las plantas, piedras etc. para que cada paso sea seguro. Llevar bastones de senderismo en este monte resulta de gran ayuda tanto a la subida como a la bajada.

La meseta se encuentra a unos 245-250 metros de altura, a unos 80 de la cumbre. Por tanto, cuando lleguemos a la misma habremos ascendido unos 100 metros de altura desde el punto de inicio.

Se podría dividir la ascensión en tres tramos, uno pequeño de inicio, con el cruce de la carretera y pasaje de la rambla del Arroyo Casasola, un segundo tramo que sería el trayecto desde la parte baja de la ladera del monte hasta llegar a la meseta, y finalmente un tercero desde la meseta a la cumbre.




Estamos por tanto ante el tercio final de la ascensión, en una zona que se puede percibir como peculiar cuanto menos: la meseta nos permite por primera vez asomarnos hacia el Valle del Río Campanillas si oteamos hacia el oeste.

Vemos desde aquí también la zona de la Presa de Casasola (desde la cumbre se verá mucho mejor), así como parte del lejano Arco Calizo Provincial. También el Negrete y el Cerro de Jotrón entre otros.

Si la climatología lo permite y es bonacible, esta pequeña meseta puede ser un excelente lugar donde hacer una parada para descansar antes del tramo final de la subida, que por otra parte resultar exigente al igual que lo ya realizado.


Hacia el este tenemos la ladera por la que hemos ascendido, con la pista que lleva al Cerro Negrete primero y a la Sierra de Verdiales después. Esta sierra cierra el horizonte por buena parte de este punto cardinal. Si llevamos prismáticos o cámara de fotos digital no nos será difícil distinguir una buena cantidad de hitos y rasgos de interés de dicha Sierra de Verdiales: si el día está claro se distinguirán perfectamente la Torre y la Ermita de Verdiales, muchas de las casas y algunas zonas de cultivos, las cumbres más emblemáticas de la sierra, etc.

En la imagen siguiente vemos también la Autovía de Peaje Las Pedrizas - Torremolinos aún en construcción, así como el famoso Túnel del Cerro Negrete aún sin construir.




Hacia el sur tenemos el puntiagudo pico cimero del Monte Platero. A veces podremos disfrutar de efímeras veredas que nos facilitarán la ascensión en algunos tramos, aunque también es posible que las encontremos cerradas por espesa y alta vegetación de primavera (cardos de distintas especias y otras).

Una buena opción es bordear primero una parte por la zona este, es decir, por la ladera por la que hemos ascendido, buscando una pequeña cornisa que encontraremos junto a un par de grandes algarrobos.

Pasaremos primero por un vistoso bancal de piedras, y nos dirigiremos directamente hacia arriba, hacia esos grandes árboles del lateral oriental.

La vereda de la cornisa nos llevará unas decenas de metros hacia el sur llaneando por esta parte este, ascendiendo luego en zig zag a la parte más alta del monte.



En épocas del año sin excesiva cobertura herbácea la vereda aparece claramente marcada y es relativamente fácil seguirla hasta la cercada cumbre.

Este camino nos permite además pasar por numerosos muretes como el anterior, formado por grandes rocas del terreno, que nos indican la localización de las edificaciones del antiguo poblado que hubo en la cumbre de este monte. La belleza del emplazamiento resulta sencillamente imponente.


En la parte alta, entorno a la cumbre del monte, se encuentran los restos de un poblado prehistórico de hace unos 8000 años, concretamente de la edad del bronce. En cotas más bajas se encuentra la necrópolis asociada al poblado, distribuida de forma dispersa en el perímetro del cerro.

Este conjunto arqueológico viene recogido en la ficha nº 5 del Catálogo de Yacimientos Arqueológicos del Municipio de Málaga de su PGOU.

Parece ser que el poblado podría tener su inicio en el bronce antiguo, aunque con certeza se desarrolló en la época del bronce pleno. Los habitantes del mismo buscaban seguridad y defensa en las alturas de la cumbre del monte, de manera que la propia gravedad y lo empinado del terreno les proporcionaría un plus defensivo al hacer más fácil el uso y arrojo de piedras y otros materiales y permanecer en una posición de fuerza durante las posibles batallas.

El poblado estaba constituido de chozas establecidas sobre bancales realizados en el terreno, de los que aún hoy perduran numerosos restos de los majanos contruidos con rocas del terreno que actuarían como muros del bancal. Estos bancales mejorarían además las posibilidades de cultivo de la zona.

El poblado se encuentra en la parte alta del monte, y en la ruta de subida propuesta en esta guía se pasa por numerosos de estos bancales distribuidos en la ladera oriental de la cumbre.

 




La necrópolis del poblado está constituida por conjuntos dispersos de tumbas denominadas cistas, que son rectángulos o cuadrados de piedra de aproximadamente 1 metro de lado, y que irían tapadas con losas de piedra, actualmente desaparecidas en todas ellas.

Estos conjuntos de pocas cistas se encuentra en muchos lugares de la partes bajas del monte, en casi todos los casos con un número escaso de tumbas cada una, como por ejemplo la situada en el entorno del Lagar de las Ánimas, la del antiguo Cortijo Escobar ó la que se encuentra en las cercanías del Cortijo Montero, etc.

De estas tumbas o cistas, algunas han sido encontradas en el interior del propio poblado, hayándose al parecer los restos de una de ellas en la propia cumbre del monte.


En el interior de estas tumbas se solían introducir
ajuares y variedad de objetos metálicos
que acompañaban al difunto.

Asociado al conjunto arqueológico se encuentra
además una antigua mina de cobre que al parecer
fue explotada durante el periodo de existencia
del poblado.

Según muestran los estudios, la estabilidad
en el poblamiento de la zona pudo ser
relativamente grande durante extensos periodos
de tiempo.

                                                            Las dos últimas imágenes son de la web gastronomíayviajes.com

 

Otra opción, aunque menos buena en todos los sentidos, es dirigirnos desde la meseta directamente hacia la cumbre, ya que la pendiente es mayor y deberemos estar dispuestos a trepar y destrepar por las rocas y zonas terrizas durante la mayor parte del trayecto. No disfrutaremos además del excelente lateral cimero que da al este, el cual presenta como hemos dicho abundantes restos de muretes de las milenarias edificaciones.


Manteniendo siempre la necesaria cautela y la atención constante y necesaria para no resbalar o dar un tropezón, iremos progresando y ganando altura, llegando a la parte cimera del monte formada mayoritariamente por grandes y espectaculares bloques de rocas de areniscas rojas.

En la cumbre encontramos una pequeña zona amesetada en la que podemos movernos para disfrutar de las vistas hacia los distintos puntos cardinales. Las panorámicas son de una gran belleza, y la sensaciones que nos ofrecerá esta aérea cima serán sin duda muy gratificantes y especiales.